Desde hace algún tiempo, la noción de una “Generación de Cristal” ha encontrado su camino en nuestras discusiones sobre las nuevas generaciones. Sin embargo, a través de mi experiencia en la consulta y observando nuestra sociedad, he llegado a observar una generación más. La denomino “Generación de Vidrio”.
El vidrio, en nuestra percepción general, se considera uno de los materiales más delicados y frágiles. Un golpe mínimo puede causar su desintegración en una multitud de pedazos minúsculos. Este mismo material, cuando es sometido a procesos de enfriamiento distintos, puede evolucionar y transformarse en cristal. Por lo tanto, podemos considerar el vidrio como un cristal en estado incipiente, sin acabado, lo cual proporciona una analogía apropiada para la vulnerabilidad y la fragilidad percibida en nuestras generaciones emergentes.
Es esta fragilidad en las nuevas generaciones la que ha suscitado preocupación, y esta preocupación no es infundada. La evidencia empírica es clara y contundente: hemos visto un alarmante incremento en las enfermedades mentales en la infancia y la adolescencia. De manera aún más inquietante, el 50% de todas las enfermedades mentales se diagnostican antes de los 14 años.
Los casos de ansiedad, depresión, suicidio, autolesiones, trastornos corporales y alimenticios están liderando la lista de estas preocupantes estadísticas en la población de 6 a 18 años. Este aumento en la prevalencia de enfermedades mentales sugiere que algo está fallando en la forma en que criamos a nuestros hijos.
Al indagar en las causas, encontramos un patrón común. Muchos padres y cuidadores, con su mejor intención y con sus propias heridas de la infancia, se fueron al otro extremo del péndulo. Queriendo salir de la crianza militar, de lo que estamos huyendo para caer en una crianza permisiva, laxa de fundamentos y negociando lo innegociable.
Hemos confundido una crianza con respeto y empatía, con una crianza sin límites, con temores y una dificultad para conectar con lo realmente importante: las emociones y las necesidades de los cerebros en desarrollo. Esta crianza evasiva, temerosa del llanto, del rechazo, y de generar un trauma, está produciendo una generación confusa y emocionalmente frágil.
Las consecuencias de esta crianza son inquietantes. La vida está llena de desafíos. Si nuestros hijos crecen sin la capacidad de ser resilientes y sin las herramientas adecuadas para afrontar las dificultades, su vulnerabilidad a las enfermedades mentales aumentará exponencialmente.
Para corregir el rumbo, necesitamos hacer una pausa y entender profundamente las necesidades del cerebro en desarrollo. Tenemos que comprender que el mundo cambió, la información cambió y las necesidades de los cerebros en desarrollo también cambiaron. Tenemos que aprender a cambiar nuestros estilos de crianza, aprender formas nuevas de vincularnos. Hay muchos aspectos que merecen nuestra atención con límites claros y firmes: la exposición a las pantallas, la alimentación, el tiempo de sueño, el juego, la actividad física, los buenos modales, la empatía, la presencia parental y la conexión emocional.
La salud mental de los niños/as y adolescentes es un espejo de nuestra sociedad. Los números nos revelan que tenemos una sociedad con una necesidad de ser atendida y cuidada. Los niños/as y jóvenes de hoy necesitan ser acompañados por padres y cuidadores informados y conscientes del mundo que nos rodea.
No podemos seguir aplicando los enfoques del pasado a las realidades del presente. No podemos seguir confundiendo empatía y conexión con permisividad. Para dar forma a una generación de jóvenes fuertes, resilientes y emocionalmente sanos, debemos estar dispuestos a adaptarnos, aprender y crecer junto a ellos.
Carina Castro es una neuropsicóloga pediátrica, con más de 20 años trabajando en el área de la salud mental de manera individual y multidisciplinaria. Autora de 3 libros sobre neurociencia, divulgadora a través de congresos, cursos virtuales y redes sociales. Ha sido asesora del Banco Interamericano del Desarrollo en una Campaña Nacional para el Gobierno de Costa Rica en salud mental. También ha colaborado con el Gobierno de Canelones (Uruguay), con el Banco de Desarrollo de América Latina y con la UNICEF en capacitación y actualización en neurociencia y salud mental en primera infancia. Y ha brindado capacitaciones a entidades gubernamentales en Panamá y Colombia capacitando personal de salud. Cuenta con 3 maestrías, además de certificaciones por la Universidad de Harvard en Protección de Derechos de los Niños y por el (USA) en Políticas Efectivas de Desarrollo Infantil.
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