A veces la vida te presenta oportunidades inesperadas que despiertan en vos una chispa, un recuerdo de quién sos realmente. Quiero compartirles una historia personal; una de esas que me ayudaron a entender que la autenticidad no es un destino, sino un viaje constante hacia el reencuentro con nuestra esencia.
Hace aproximadamente un año y medio, mi vida dio un giro inesperado: me despidieron de la última empresa transnacional en la que había invertido ocho años de carrera. Durante ese tiempo, creía que ese trabajo era el pilar que sostenía mis sueños; la plataforma que me permitiría, en algún momento, hacer lo que realmente amaba.
Lo curioso es que, mientras cumplía con mis responsabilidades como colaboradora, vivía una especie de “doble vida”. Por un lado, era parte de un sistema corporativo; por otro, invertía tiempo en mi mayor pasión: acompañar a las personas a descubrir lo mejor de sí mismos, gestionando la oscuridad de lo que es ser un ser humano.
Sí, suena loco, pero mi pasión es eso: estar al lado de quienes buscan explorar su potencial, guiándolos con mis palabras, mi presencia y mi compañía. Durante años, pensé que esta pasión era secundaria, algo que hacía “a ratos”. Pero cuando la vida me arrancó de ese lugar cómodo —y a la vez limitado—, entendí que había estado viviendo para encajar en un molde que no era mío.
Hace un año y medio me sentía “no suficiente” para el estándar de una empresa. Hoy, después de recorrer un camino lleno de reflexiones, aprendizajes y reconexión conmigo misma, me siento completamente suficiente para encajar, no en un molde externo, sino en el espacio más importante: mi propio amor.
La autenticidad, como he aprendido, no es un destino al que se llega de una vez por todas. Es un viaje constante, un reencuentro continuo con nuestra esencia. Es reconocer nuestras fortalezas, abrazar nuestras vulnerabilidades y darnos permiso para ser quienes realmente somos. Esa cualidad de ser fiel a una misma, de actuar de acuerdo con los propios valores, creencias y emociones, sin pretender ser algo que no se es.
Reconocerse a sí misma. “Reconocer” según su etimología significa “volver a conocer” o “conocer nuevamente”.
El llamado del corazón
Aceptar la autenticidad no es sencillo; implica escuchar el llamado de tu corazón y confiar en que las respuestas están dentro de vos. Una de las herramientas que más me han ayudado en este camino ha sido aprender a escuchar mi cuerpo. A mis clientes les explico que nuestra brújula interna, que sabe cuándo algo está alineado con mi verdad, son las tripas o el plexo solar. Todas podemos acceder a nuestra propia tecnología humana que es tan poderosa que nos puede ayudar a dejar lugares, relaciones o situaciones donde mi cuerpo se siente incómodo y honrar los espacios donde mi risa es bienvenida.
La autenticidad como vibración alta
De acuerdo con la Escala de la Conciencia de David Hawkins, la autenticidad vibra en los niveles más altos, aquellos que se alinean con el amor. Para estar en esa frecuencia no hay más que actuar desde un amor incondicional hacia una misma. Es un proceso que exige soltar las creencias limitantes y abrazar lo que nuestra alma nos muestra como verdad, así sea un disparate para alguien más.
Perdonar y perdonarse a sí misma se convierte en el puente para permanecer en esa vibración elevada. Recuerden que el pasado solo existe en nuestra mente, así como el futuro. La presencia plena es estar en autenticidad pura.
El arte como expresión de nuestra esencia
A lo largo de mi vida, el arte se ha convertido en un refugio donde mi autenticidad puede florecer. Diseñar pañoletas ha sido la nueva forma de plasmar mi viaje interno. No soy ilustradora, ni diseñadora gráfica; soy una mujer tan conectada con su niña interna que un día se levantó diciendo: “¡quiero hacer mis propias pañoletas!”, así como los niños se levantan diciendo que quieren ser superhéroes.
He visto a personas que no tenían esperanza alguna en la vida, convertirse en ser humanos apasionados por vivir a través del arte. Todos de alguna forma somos eso, arte.
Ser auténtica: un acto revolucionario
Vivir auténticamente en un mundo que constantemente intenta encasillarnos, es un acto radical de amor propio. No significa ser la misma persona todos los días, sino abrazar el cambio, la evolución y los matices de nuestra experiencia humana.
No te asustés si el camino de la autenticidad se torna un poco solitario. Recordá que todas estamos haciendo lo mejor que podemos con lo que tenemos. Practicá el desapego y recordá la ley de la impermanencia.
Cuando la oportunidad toque a tu puerta…
Hoy, mientras escribo este artículo, recuerdo aquel momento en que dije “sí” a mi primera oportunidad de plasmar mi mente en palabras, emocionada pero determinada.
Entendí que cuando la vida te llama, debes estar lista. Y esa preparación no viene de acumular logros externos, sino de construir una conexión profunda contigo misma, con tu verdad y con esa chispa única que solo vos podés aportar.
La autenticidad no es solo un camino personal; es un regalo que compartimos con el mundo. Cada paso hacia tu verdad ilumina el camino para otros. Así que preguntate: cuando la oportunidad toque a tu puerta, ¿estarás lista para abrirla?
Marianella Montoya es una mujer apasionada por la capacidad del ser humano de reinventarse. Como Coach, experta en PNL y terapeuta psicodélica, guía a quienes buscan transformar sus vidas y conectar con su esencia auténtica. Cree en el poder de la autenticidad para generar cambios profundos y utiliza la creatividad como herramienta de expresión y transformación. Su misión es inspirar a otros a liderar sus vidas con coraje y amor propio, iluminando el camino hacia un propósito más elevado.
Podés seguir a Marianella en Instagram.
Si querés recibir en tu correo más historias de mujeres poderosas que estén luchando por un cambio en la sociedad y que inspiren a otras a hacer lo mismo, suscribite al newsletter de Círculos 3:33 aquí.