Para quienes trabajamos alrededor de la cultura, la primera reflexión en el momento que se detonó la crisis sanitaria, fue entender de qué hablaban los expertos cuando hacían referencia a los servicios esenciales. Aprendíamos eso mientras se cerraban los parques, los teatros, los cines, las discos, los restaurantes, las playas, todo lo que nosotros conocíamos como esencial.
La tarea de todas y todos los costarricenses, durante nuestro marzo 2020, fue contundente: en una semana debíamos pasar del siglo XX, al que seguíamos amarrados, para entrar al vertiginoso siglo XXI, el que veíamos del lado de las máquinas, la automatización y la minería de datos. Hicimos en un mes lo que pospusimos por décadas. Así que nunca cuestionemos nuestra capacidad para adaptarnos.
Y la casa… Había que quedarse en casa, para muchos que viven en condiciones devulnerabilidad, el choque más violento a la esperanza y al refugio de situaciones de riesgo,fue justo construir eso que llaman estar en casa. Aun sin tener casa.
Los primeros meses no sabíamos la diferencia entre un virus y una bacteria, así que nos rociábamos con el mismo spray. Mucho menos creíamos que nos íbamos a ver agobiados pornuevos prefijos que dominaban nuestras actividades cotidianas: teletrabajo, telecolegio, autoconfinamiento. Y fuimos aprendiendo todo con imágenes, canciones, ilustraciones, fotografías, documentales animados, memes, todas aplicaciones creativas en función del acceso a la transformación forzada.
Siempre, la dinámica para muchos giraba en enfrentarnos a una radio, una tele, un celular, una compu, una pantalla o las mil versiones de aparatos. Desarrollamos lo que serían las nuevas dinámicas sociales, que consistían en un alto componente de leernos las vidas en las redes sociales, para luego encontrarnos con lo que nos define y diferencia: nuestra música favorita, el cine, la lectura, tocar un instrumento, los programas de tele o las series para pasar las horas, siempre con algo para picar. Obvio.
Mientras tanto, como un reseteo completo, desaprendíamos a abrazarnos, besarnos, rozarnoslos hombros en los buses, aplaudir, chocar los huesos. Insistían en que lo esencial eracuidarnos la salud, trabajar seguros, estudiar a distancia, comer y dormir.
Ahora sabemos que lo esencial era más amplio y estuvo presente desde el primer momento. El arte y la cultura son catalizadores de las emociones, de la profundidad de nuestro pensamiento; son potenciadores de nuestras inteligencias, de nuestra capacidad para adaptarnos y mejorar en el proceso. Las actividades culturales crean lazos afectivos, comunidades por afinidades compartidas, nos alegran los días.
Como trabajadora de la cultura, me muevo en una zona naranja, cuya geografía es la innovación, la creatividad, el pensamiento crítico y la esperanza. Así se reconoce la actividad cultural, como la economía naranja, que es uno de los motores principales de la cuarta revolución. A esta industria creativa debemos acceder como un objetivo táctico del desarrollosostenible. El acceso a la cultura es un derecho para la sociedad y a la vez, paradójicamente, es el deber de nuestros legisladores velar por la inclusión de todos y todas a estos derechos humanos.
Vamos a salir de este momento complejo. No dudemos un segundo. Sabemos que esto va a pasar. Vienen tiempos duros que vamos a superar si nos cuidamos y somos solidarios. El crecimiento en los índices de pobreza del país nos afecta a todos y todas en diferente grado, especialmente porque dispara la polarización, la gran enemiga de las democracias. Estamos en un momento en el que los legisladores que aprueban las soluciones y medidas para las y los ciudadanos, dejaron de ver la cultura como un motor del desarrollo.
Aprendamos el papel que juegan las manifestaciones populares, los bailes de salón, la gastronomía criolla, la ópera, la arquitectura de nuestros pueblos, la música de garaje, el ballet, las orquestas de cámara, el diseño de interacción y tantos otros en la construcción de mejores ciudadanos y ciudadanas. Invertir en todo ese potencial socio emocional, es crucial para reactivarnos con creatividad, diseñar las rutas de la disrupción post pandemia, entender la tecnología y potenciar nuestras capacidades para mover la economía y salir de este gran estancamiento.
Que lo superfluo de pocas mentes no ensombrezca la razón de un país, tan único como el nuestro. Una nación que en tiempo de guerras civiles en el mundo, dejó las armas por las aulas. Hoy que el enemigo es la ignorancia y el corto plazo, respondamos con más cultura, más diseño, más cine, más animación digital, nuevos folclores, sigamos marcando la diferencia en desarrollo social. Hemos demostrado que nuestras decisiones quiebran paradigmas y generan prosperidad. Lo hicimos antes y lo podemos volver a lograr. La cultura nos da las alas para volar.
Karina Salguero es Directora del Teatro Nacional de Costa Rica desde el 2019. Mantiene un programa en Desayunos de Radio Universidad de Costa Rica sobre temas de fortalecimiento de la economía creativa. Miembro de la Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas acargo de la celebración del Bicentenario de Costa Rica 2021; ha sido miembro de la Junta Administrativa y de la Fundación del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC); miembro del Colegio de Costa Rica del Ministerio de Cultura y Juventud; miembro del Consejo Asesor de la Bienal Iberoamericana de Diseño (BID). Estudió Filología Española, tieneuna maestría ejecutiva en Administración de Negocios del INCAE. Ha sido columnista de temas de nuevos discursos culturales en elfaro.net de El Salvador. Ha escrito, editado y publicado libros sobre el resguardo de la Isla del Coco, la recuperación gráfica del trabajo delrotulador Mr. Masking, los avances de la meta de erradicación de la apatridia con el ACNUR y otros. Ha dirigido y editado proyectos editoriales independientes, como la revista Rara en Guatemala y Orsai en Iberoamérica. Trabajó como directora de Revistas y Suplementos en Grupo Nación, directora artística en la Feria Internacional del Libro de Costa Rica. Ha sido consultora para la OEI en temas de desarrollo de proyectos culturales con Asociaciones de Desarrollo Comunal, consultora durante la transformación del Museo del Oro de los Museos del Banco Central y ha colaborado como consejera sobre procesos de dinamización económica y comunicación de derechos culturales para el Ministerio de Cultura y Juventud y otras instituciones.
Fotografía por Paz Howell.
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