“Atrevidas” es una historia de vida plural: cuenta lo que la mayoría no se anima a escuchar… ¿Cómo viven las mujeres trans en nuestro país? ¿De qué manera atraviesan la infancia, qué pasa cuando la familia, la escuela, la iglesia y el estado las “descubren”?
Relata las construcciones identitarias, desde el nombre hasta el cuerpo; habla de la exclusión, de las amigas, de las migraciones… Hace un recorrido por la reclusión en distintas cárceles: desde la Penitenciaria Central hasta el Vilma Curling, de una vejez que no es tal si en nuestro país, la esperanza de vida de las protagonistas es de 42 años.
Es un libro escrito en coro, a través de 50 entrevistas, editado a muchas manos: las de sus protagonistas.
Es divertido, ácido, contestatario y exhuma dignidad, rabia y esperanza.
“Atrevidas”: relatos polifónicos de mujeres trans, ganó el Premio Nacional Aquileo Echeverría en el 2019 y fue reconocida como obra artística con un Pride Award… se lee en las universidades y clubes de lectura y el 12% de derechos de autor va para Transvida.
“Atrevidas” lo escribí yo… pero no sola, ni de pronto, ni como ejercicio literario.
Es un libro de no ficción que incluye un glosario del español en transición, cánticos de marcha y cancionero.
Pero….
Para hablar de “Atrevidas”, tengo que contar otra historia; una distinta y emocionante que no es parte del libro. Sumar mi voz a los relatos polifónicos de estas mujeres trans que me cambiaron la vida para mejor y para siempre.
En noviembre del 2014, durante el Encuentro de Mujeres en las Artes Escénicas, conocí a Dayana Hernández y supe de los sueños académicos y las dificultades que tenían las mujeres trans para hacerlos realidad.
En febrero del 2015, con ocho estudiantes, inauguramos el proyecto “De Las Calles a las Aulas” que les retribuía el derecho vedado a la educación. Yo era la única docente y faltaba todo menos las ganas.
Los primeros exámenes los presentaron con los nombres registrales y los funcionarios que debían inscribirlas y aplicarles las pruebas no sabían qué hacer… A cada cual le explicamos que era legal y posible y les pedimos que usara los apellidos para pasar lista, así se evitaban las miradas, se preservaba la intimidad. Siempre hubo quien se resistió, eligió discriminar, ¡y sin vergüenza!
A final de ese año, con las mujeres de Transvida haciendo incidencia política, se logró el apoyo del MEP; la matrícula se había duplicado y unos estudiantes de ingeniería de la UCR asumieron brindar clases de matemáticas y ciencias como parte de su TCU.
“De las Calles a las Aulas” fue el primer sistema educativo que hizo carnets con el nombre y la foto de las alumnas, algo que después pasó a ser un derecho para todes les niñes y adolescentes que estudian en instituciones públicas (desde materno hasta la U).
“De las Calles a las Aulas” le entregó el primer título de Bachiller a Megan Chavarría Rodríguez. Ella, antes de “existir” abandonó los estudios en octavo, después de una charla de DRAE que afirmaba que los raritos y desviados tenían más propensión a caer en drogas… Tenía 14 años.
Ahora, Megan (que recibió el título de manos de la Ministra de Educación) es estudiante de sistemas de la UNA, trabajadora de una multinacional.
Después de ella se han graduado 17 de primaria, noveno y bachillerato. La matrícula llegó a 56 y el proyecto (que está diseñando especialmente para personas que trabajan y saben del mundo más que la mayoría y que no pueden estudiar de noche) se ha replicado con éxito dentro y fuera del país y de la comunidad LGTBIQ+.
A partir del 2015, yo trabajé en Transvida, con ese y otros proyectos; fui asistente técnica de la Redlactrans; hice amigas, materné a mi hija y aprendí más que en ningún otro trabajo.
Era la única cis que convivía cotidianamente con decenas y decenas de mujeres trans; ese privilegio de subvertir minoría y mayoría se los deseo a todes. Es la mejor manera de crecer y ser mejor.
Mi vínculo con la Asociación no termina… No se va a acabar nunca.
“Atrevidas” tendrá también una vida múltiple y prolífica: seguirá vigente no solo como testimonio de una época, sino como evidencia de que trans no es sinónimo de puta, de VIH, ni de muerte.
Camila Schumacher es escritora y activista; periodista y docente. Junto a la Asociación Transvida co-creó el programa educativo “De las calles a las Aulas” y obtuvo el Premio Mejoras a la Calidad de Vida de los Costarricenses que otorga la Defensoría de los Habitantes y el Conesup; tiene siete libros publicados.
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