Nuestras ancestras usaron las fases de la luna para calcular su siguiente menstruación. Algunas menstruaban con la luna llena, otras con la nueva y así, se convirtieron en los primeros seres humanos en pensar de manera matemática y elaborar los primeros calendarios.
Estas no son mis palabras. En los museos antropológicos de diferentes culturas, aún podemos encontrar esculturas de Venus sosteniendo una media luna con 13 marcas (como las 13 lunas y las 13 menstruaciones por las que pasa nuestro cuerpo físico, ciclo a ciclo).
“¿Por qué esta es la primera vez que escucho esta historia?” Esa también fue mi reacción hace unos años cuando decidí no volver a detener mi ciclo menstrual con anticonceptivos y me entregué de lleno a entender cómo funciona la fertilidad.
Las palabras de mis amigos y familia no fueron necesariamente de apoyo.
—“¿Estás buscando quedar embarazada?” Me preguntó mi ginecólogo cuando le conté mi decisión.
—“No, estoy buscando entender cómo funciona toda esta ciencia al derecho… ¿Cómo se llega a ese “anti”, cómo se puede gestionar sin necesidad de detener mis procesos naturales?”
—“Ah, ok, te veo en un par de meses para tu primer cita de embarazo”.
En la actualidad hay muchas personas hablando en pro de la menstruación y, por supuesto, lo celebramos. Sin embargo, no suficientes personas están hablando sobre los beneficios de la ovulación.
Hemos reducido la palabra “fertilidad” al plano reproductivo y lo cierto es que las mujeres necesitamos nuestras hormonas estrógeno y progesterona cada ciclo, así deseemos ser mamás o no. Así lo deseemos en algún futuro lejano o nunca. Contrario al concepto que hemos construido como sociedad, la fertilidad no es la capacidad de reproducirnos, es una cualidad de nuestro cuerpo de mujer cuando está en estado óptimo de salud.
Lara Briden (2015) lo describe como “un abono mensual al banco de salud integral”. La ovulación es la única manera en la que nuestro cuerpo produce progesterona, una hormona esencial en el balance de las emociones. También, tener ciclos menstruales saludables, nos permite crear la masa ósea y muscular que necesitaremos para nuestros años post-menopausia, cuando ya no ciclemos y no tengamos la posibilidad de hacer este “depósito” mes a mes.
Jolene Brighten (2017) considera que detener el ciclo menstrual con anticonceptivos es una medida que, lejos de progresar los estudios científicos a favor de las mujeres y sus dificultades hormonales, constituye un atraso de 50 años.
Regresemos a nuestras ancestras, aquellas mujeres de diferentes culturas indígenas alrededor del mundo que aprendieron a observar la luna y sus fases y relacionarlas a sus propios momentos hormonales. Estas mentes brillantes no solamente solucionaron los primeros sistemas de medición del tiempo, también diseñaron prácticas en las que, quienes estaban menstruando podían alejarse de sus tareas regulares y ser atendidas por las que estaban en su momento más brillante: su ovulación. Así, las mujeres de otros tiempos, se organizaban para que, quienes estaban menstruando, entraban en labor de parto o estuvieran listas para retirarse en su madurez, siempre estuvieran atendidas. Aquellas que estaban en sus momentos cúspide de fertilidad alimentaban y atendían a aquellas que requerían el descanso. Sus objetivos se centraban en honrar la femineidad.
En la modernidad, se discuten leyes que buscan dar licencia de descanso hasta por 3 días a las asalariadas. Esto levanta algunas preocupaciones en empleadas y empleadores “les darán más razones para no contratar mujeres”, “no puedo detener la empresa por tantos días”. Sus objetivos se centran en honrar la productividad.
Las mujeres no entramos al mercado laboral con la revolución industrial, ni con la posibilidad de “controlar” la natalidad con anticoncepción farmacológica. Las mujeres siempre hemos sido parte integral de este sistema, solo que ahora tenemos un doble rol: el doméstico y el laboral.
Holy Grigg Spall (2008) reflexiona sobre cómo el mundo moderno -que ve imposible detener su producción- encuentra en el ciclo hormonal masculino (el cual resetea sus niveles de testosterona diariamente) como el ideal. Y como, desde los años 50’s, las farmacéuticas y los empleadores terminan de consagrar su relación ofreciendo esa misma linealidad a las mujeres con anticonceptivos que interrumpen su ciclo menstrual.
¿Mi opinión? Mientras que la productividad sea el centro de esta conversación, la ovulación será pensada como “inconveniente” y la ciclicidad como “limitante”. Continuaremos procrastinando las investigaciones científicas sobre síndrome de ovario poliquístico, endometriosis e infertilidad. Seguirán aumentando los casos de ansiedad y depresión que inician en la adolescencia (momento en el cual típicamente bloqueamos la producción de hormonas naturales) y los casos de cáncer de mama y cérvix no cesarán en alarmarnos.
Al mismo tiempo, me mantengo optimista. Las mujeres modernas, hijas, nietas y bisnietas de aquellas que se reunían en carpas rojas a honrar nuestros cambios cíclicos, estamos vivas y despiertas. Estamos diciendo “no” a todo aquello que pretenda mantener a nuestros ovarios a raya. Estamos alimentando el mismo intelecto que nos llevó a ser las primeras astrónomas. Estamos reclamando de vuelta nuestra naturaleza menstrual.
Alejandra Vásquez es educadora del Ciclo Menstrual certificada en métodos anticonceptivos basados en el conocimiento. Fundadora de Nación Ovulación, una escuela donde ofrece cursos en línea para aprender a autogestionar la fertilidad con soberanía radical.
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