Siempre tuve dos espinitas en mi vida que me inquietaron especialmente. Por un lado, mi curiosidad por la ciencia y la tecnología. Por otro lado, mi homosexualidad y mi expresión de género. Mis intereses y mis formas siempre me colocaron, sin quererlo, en la posición de ser una persona “particular” para las personas que me rodeaban.
Crecí como una niña queer sin saber que lo era, con todas las implicaciones positivas y negativas que eso pudiera tener en los noventas. Durante mi etapa colegial enfoqué mis esfuerzos en dos cosas, ser más femenina (lo que sea que socialmente significara eso) y aspirar a una carrera universitaria que fuera afín a mi amor por las computadoras, la matemática y la física. Lo primero para agradar/encajar traicionándome a mí misma en cierta medida. Lo segundo porque me apasionaba, era mi refugio, mi espacio donde era realmente yo.
Gracias al sistema educativo público, el apoyo incondicional de mis papás y la buenaventura pude ingresar a la carrera de ingeniería que quería en una universidad estatal, cosa que me alegró mucho porque en ese momento otros caminos hubieran puesto en aprietos a mis papás y a mí. Mi etapa universitaria me sacudió, me revolcó, puso mi mundo de cabeza. Para este momento empecé lentamente a descubrirme como mujer lesbiana, perdí un poco mi rumbo vocacional y con esto tuve momentos de mucha soledad. A pesar de todo, un libro o una clase de un tema interesante podían devolverme el ánimo, eso y también ir a bailar a la Avispa. Puedo decir ahora con mucha risa que este lapso de mi vida lo viví muy intensamente, me dio mucha ansiedad y preocupaciones, pero también me llenó de incontables alegrías.
Nuevamente, gracias al sistema educativo público, al apoyo incondicional de mis papás y la buenaventura, pude obtener mi primer trabajo, en el área de ingeniería y en la empresa que me hacía ilusión. Trabajé durante 3.5 años en un puesto dirigido a estudiantes avanzados en su carrera y luego pude ser promovida a trabajar tiempo completo como ingeniera, en el áreade manufactura, en donde hasta ahora me encuentro desempeñando un rol que no sólo me gusta, si no que me hace sentir que le aporto de manera significativa a la humanidad.
No les voy a mentir, tengo la certeza de ser una persona muy privilegiada, pero navegar en elmundo STEM (por sus siglas en ingles de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) siendo una mujer parte del colectivo LGTBIQ+ ha tenido sus retos. Desde la niñez se te categoriza con estereotipos y eso continúa a lo largo de la vida. Mucho del conocimiento humano sobre ingeniería, matemática, tecnología y ciencia se imparte (consciente e inconscientemente) de forma machista y patriarcal. Se vive tratando de buscar formas de encajar y de compensar “eso que falta”. Salir del closet da mucho miedo, muchas personas optan por aplazarlo o no hacerlo del todo. Existe poca representación de nuestra diversidad en estas áreas, por lo que aceptarse, ser uno mismo y desenvolverse sin vergüenza es una lucha. El entorno cultural y académico suele ser a menudo hostil para las mujeres y las minorías. Es un ambiente muy competitivo y como personas diversas en ocasiones tenemos que luchar más para obtener las herramientas que nos permitan adaptarnos a esto.
Pero tampoco les voy a mentir, si son parte del colectivo LGTBIQ+ y les apasionan las áreas de STEM, si también sienten esa espinita, yo sí les recomendaría entregarse con todo su corazón. Es palpable que los centros educativos y los entornos laborales hacen ahora más esfuerzos por propiciar un ambiente diverso y libre de discriminación. Por darles un ejemplo, gracias a estos esfuerzos, tengo la suerte de trabajar en un equipo de ingeniería en el que la mitad de sus integrantes son mujeres. Y supongo que tengo mucha suerte porque también en mi trabajo conocí a mi novia y a muchas personas del colectivo LGTBIQ+ que ahora son mis amigas. Desde mi experiencia, en estas áreas, se encuentran cada vez más personas, dentro y fuera del colectivo, que son aliadas y conocer estas personas es de lo más bonito que me ha dejado este camino.
El conocimiento en STEM se nutre y se retroalimenta, entre otras cosas, de la diversidad de las personas que le hacen aportes. Nuestro colectivo no es una excepción a esa regla, por lo que tenemos que tener presente que nuestra activa participación en las áreas de STEM es muy valiosa, es necesaria. Les animo a que cada vez nos atrevamos más a ser nosotros mismos, no nos privemos de nuestras pasiones, no privemos al mundo de nuestro talento. Puedo decirles que poco a poco todo lo que me daba vergüenza, todo lo que me daba miedo, se ha ido convirtiendo en orgullo.
Josselin Porras es Ingeniera de Validación de Producto en Intel de Costa Rica. Apasionada y participante activa de las actividades de IGLOBE (Intel Gay, Lesbian, Bisexual or Transgender Employees Group), Beso Diverso y voluntariados relacionados a la conservaciónde la naturaleza. Disfruta del calor y hacer hiking. En estos días le obsesionan los juegos de mesa.
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